Culturalmente dentro de nuestra tradición occidental los
placeres relacionados con el cuerpo han sido calificados como pecaminosos,
vergonzosos o indignos, lastimosamente el desprecio al cuerpo nos viene
heredado en mayor parte por la tradición de la Iglesia Católica. El Papa Gregorio III en el siglo XVIII decretó que Sodoma y Gomorra habían sido
castigadas por Dios porque los hombres y las mujeres tenían relaciones sexuales
no destinadas a la procreación, condenándose así actividades sexuales como la
masturbación, la eyaculación en el exterior, el sexo anal, etc. (Bayley, 2003)
Tradicionalmente siempre se nos ha impuesto el mensaje de que
“tocarse” es malo, limitando así el autoconocimiento del propio y cuerpo y con
ello, el conocimiento del placer. El rol de las mujeres en Latinoamérica y
especialmente en nuestro país también es cómplice de silenciar la actitud de la
mujer en cuanto a la respuesta sexual, ya que se nos coloca en una posición de
pasividad, de receptividad, de no deseo, los mitos de que las mujeres somos
seres asexuales, que no nos interesa lo físico, que estamos más ligadas a lo
afectivo han coartado la libertad de expresar que es lo que una mujer desea y
que es lo que no. Por otro lado el mito de que el hombre es un ser sexual, que
prima en él el deseo, que no puede contener su impulso y que por eso es fácil
para el no caer en la “tentación” también es falso, ni la mujer es puro
sentimiento ni el hombre es puro instinto, somos seres complementarios, los dos
deseamos, sentimos, nos enamoramos y también hombres y mujeres nos sentimos
dolidos ante una ruptura amorosa.
De los hombres se espera que tengan un mayor número de parejas
sexuales que las mujeres (MIkach, Bailey, 1999). Aún se conserva el modelo de
la mujer Célibe y virgen que será la madre ideal y la esposa perfecta lo cual corresponde a un
mito absurdo y totalmente sexista de expectativas irreales. Además esto se refleja en nuestras
estereotipadas conductas ligadas al dicho “El hombre propone, la mujer dispone”,
las mujeres debemos esperar a la iniciativa de éste para cualquier tipo de
actividad, en ocasiones incluyendo a las actividades sociales, porque el
resultado de no ser así es que la mujer termine siendo mal vista.
De toda esta reflexión con un toque transcultural una cosa
si es cierta, y es el hecho de que los hombres comunican verbal o no verbalmente
sus preferencias en cuanto al contacto físico y eso les da una ventaja muy
grande en cuanto al disfrute del placer. Definitivamente es imposible no
mencionar nuevamente la carga del estereotipo social que enmarca al rol femenino, pero si no
comunicamos lo que sentimos el otro difícilmente logrará adivinar nuestras
preferencias.
Al arte de hacer el amor se resume en una sola palabra,
Comunicación, sin esta podemos pasar por la vida sin conocer al otro, y sin
conocernos a nosotros mismos como
personas y obviamente tampoco conoceremos nada en el ámbito sexual, dejar atrás
las míticas referencias de que hablar de sexo es pecado, y expresar al otro el
deseo, las preferencias, el cómo ser tocado, acariciado y amado e incluso comunicar
el no tener deseo, dejando de lado la pesada carga cultural que pretende
obligarnos a no hablar de estos temas, el cuerpo es bueno, conocer nuestro
cuerpo forma parte de nuestro autoconocimiento, nos acerca más a nuestra esencia,
no continuar pensando que el alma o la mente predomina sobre él, la armonía del
ser humano se basa en mantener un equilibrio entre lo mental, espiritual y
físico.
Romper estereotipos, ser sinceros y sinceras en comunicar
nuestros sentimientos no es una tarea fácil, debemos hacerlo asertivamente y si
no estamos preparados ir trabajando de manera personal en este punto que es
indispensable en todos los ámbitos del ser humano y mucho más en el ámbito de
pareja.